¿Qué teorías implícitas sobre evaluación del aprendizaje tienen los docentes?
Concepciones de los profesores.
Es necesario destacar la emergencia de un creciente
interés por conocer el pensamiento de los profesores, dado que éste representa
un conjunto de estructuras internas a partir de las cuales realizan sus
prácticas sociales y de manera específica, los docentes. Un número importante
de investigaciones ha intentado identificar este pensamiento y sus resultados
han configurado una base de conocimiento que ha permitido conocer aspectos
tradicionalmente ignorados y conocer sus efectos en los estudiantes (Bolívar et
al., 2004). En efecto, estos estudios identifican una gran variedad de
prácticas docentes, las que sólo pueden ser comprendidas en referencia tanto a
las concepciones e intenciones que las orientan como al contexto particular en
el que se despliegan, el que está enmarcado por dimensiones sociales,
culturales históricas y políticas que las condicionan (Carr 1999).
Independientemente de cómo se denomine esta base de conocimientos y
significaciones de los sujetos, se constituyen como organizadores implícitos
referidos a creencias, significados, conceptos, proposiciones, imágenes
mentales y preferencias que influyen tanto en la manera de percibir la realidad
como en las prácticas que implementan (Moreno et al., 2003). En el caso de los
profesores, estas estructuras mentales o concepciones abarcan tanto sus
conocimientos profesionales como sus creencias, las que se entrelazan en la
experiencia profesional y se objetivan en el contacto con la realidad escolar.
Así se constituyen como los referentes a los que acuden para organizar y tomar
las consiguientes decisiones respecto de su trabajo profesional, las que
demuestran tener gran incidencia en la calidad de los aprendizajes de los
estudiantes (Marcelo 2002); (Durán 2001).
Conocimiento profesional.
Las prácticas evaluativas pueden estar orientadas
por redes semánticas y/o conceptuales referidas a la naturaleza y sentido de la
disciplina, su enseñanza en general y evaluación en particular, afectando y
calificando ambas actividades. Esto es lo que se denomina conocimiento
profesional docente y que constituye un conjunto de saberes pedagógicos,
criterios profesionales y argumentaciones teóricas explícitas o implícitas de
naturaleza diferente. Es decir, constituirían el marco de referencia
organizativo de las prácticas docentes que influyen y afectan los procesos
formativos en las aulas y a partir de las cuales los profesores los perciben,
organizan y ejecutan.
Estas redes teóricas han sido construidas en su
formación inicial y a partir de las distintas experiencias de su desarrollo
profesional. Se ha demostrado, a modo de ejemplo, que la experiencia del
profesor es un factor importante para efectos de la construcción de estos
marcos de referencias, dado que se observan discrepancias entre las
concepciones y prácticas de aula de los profesores novatos y las de los
experimentados (Avalos 2003; Mellado 1996). Esto indica que la simple
construcción de conocimiento profesional no se relaciona necesariamente con una
capacidad para desarrollar procesos formativos en consonancia con su naturaleza
y finalidades, pues esta transferencia requiere la construcción de esquemas
mentales que orienten la acción práctica acorde con las concepciones y
funciones asignadas a este proceso.
El
conocimiento profesional ha sido definido y categorizado por diversos autores
desde enfoques diversos, aun cuando se observa una cierta unanimidad entre
ellos, dado que todos integran aspectos asociados al conocimiento pedagógico
general, al disciplinario y al didáctico del contenido. El conocimiento
pedagógico general está relacionado con la historia, filosofía, sociología y
psicología de la educación; los principios generales de la enseñanza y del aprendizaje;
el conocimiento del contexto escolar, la planificación, evaluación y prácticas
pedagógicas en general. Por su parte, el conocimiento disciplinario se refiere
al cuerpo de conocimientos especializados asociados a la disciplina a enseñar
(objetivada en planes y programas de estudio), que requieren ser adaptados a
las condiciones particulares del contexto cultural de la escuela y de los
estudiantes (Marcelo 2002; Montero 2001; Chevallard 1999; Shulman 1987). Este
conocimiento es fundamental, dado que “conocer algo nos permite enseñarlo y
conocer un contenido con profundidad significa estar mentalmente organizado y
bien preparado para enseñarlo de una forma general” (Buchmann 1984), citado por
Marcelo 2002).
Finalmente, el conocimiento didáctico del contenido
representa la articulación entre el conocimiento disciplinario y conocimiento
pedagógico. Es decir, define cómo enseñarlo y se constituye como el puente
entre el significado del contenido disciplinario y la construcción realizada
por los estudiantes de ese significado. En otras palabras, permite reordenar y
simplificar los contenidos disciplinarios para transformarlos en conocimiento
enseñable que propicie su comprensión por parte de los estudiantes. Se asume
que los profesores que trabajan profesionalmente conocen, relacionan y aplican
estos conocimientos en las prácticas docentes, integrándolos como un todo
orgánico y entendiendo su dinámica como una unidad en acción (Martínez 2004;
Shön 1992).
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