¿Cuáles son las concepciones de evaluación de aprendizajes matemáticos, que tienen los docentes?
Las creencias de los profesores acerca de la evaluación representan una
construcción social a partir de experiencias escolares compartidas entre pares.
Han sido configuradas tanto por sus funciones y sentidos definidos
externamente, como por lo que ellos mismos han percibido desde sus intercambios
cotidianos escolares pasados y presentes, a la vez que concurren factores
externos tales como el tiempo, los recursos disponibles, el tamaño de la clase
y su formación profesional. Dado lo anterior, es necesario conocer no sólo
cuáles son estas creencias, sino que también cómo se han construido socialmente
en el contexto de la cultura escolar (Wang, 2004; Durán, 2001). Se ha detectado
que aquellos profesores que sostienen creencias tradicionales sobre este
proceso la entienden como un instrumento de control y un medio que proporciona
información objetiva, de modo que privilegian las respuestas correctas y la
realización de tareas simples (Stiggins, 2006). Los que creen que constituye
una oportunidad para realizar una mirada introspectiva sobre la propia
docencia, orientan y determinan el curso de sus prácticas revelando aspectos
formativos del proceso evaluativo, enfatizando la comprensión mas que la
reproducción y fomentando la posibilidad de construir y reconstruir el
conocimiento con los estudiantes desde lo aprendido (Durán, 2001).
Así mismo, aquellos que
afirman que la evaluación debe privilegiar la creatividad o la capacidad
analítica de los estudiantes, diseñan tareas de evaluación abiertas,
otorgándoles la posibilidad de ofrecer respuestas diversas y divergentes;
mientras que los que creen que es importante identificar la exactitud de las
respuestas o el progreso alcanzado acorde con los objetivos prescritos sólo
evalúan ese tipo de conocimientos, excluyendo la posibilidad de apreciar
cualquier otro tipo de aprendizaje no contemplado previamente (Torrance et al.,
1998). Los profesores que piensan que la aplicación de pruebas estandarizadas
facilita el conocimiento de lo que han aprendido los estudiantes, aplican
pruebas similares, es decir, objetivas y estructuradas, perdiendo la
oportunidad tanto de obtener información sobre el razonamiento que los conduce
a determinadas respuestas, como de detectar errores para apoyar su corrección.
Los que sostienen, por
el contrario, que tales pruebas anulan sus subjetividades e impiden valorar sus
aportes para comprender los complejos problemas asociados a enseñar y aprender,
optan por una variedad de procedimientos evaluativos de carácter formal e
informal (Eisner 1998). Esta diversidad de creencias sobre la evaluación devela
el hecho de que no son objetivas ni inocuas y, por el contrario, provocan
efectos que vale la pena analizar. Se podría inferir a partir de lo anterior que cualquier intento por
mejorar los aprendizajes que ignore la importancia e impacto de estos aspectos
implícitos en las prácticas evaluativas puede ver reducido sus efectos si los
profesores no tienen conciencia respecto de su existencia e implicancias (Brown
2004). Ello, porque las creencias constituyen un soporte fundamental de sus
prácticas profesionales y el trabajo docente requiere visibilizar los
obstáculos que la frenan.
Es preciso, en consecuencia, tomar conciencia
respecto de la importancia de reflexionar críticamente sobre las creencias y
dificultades implícitas en la realización del proceso evaluativo, dado que es
“una actividad ‘con mucho en juego’ para alumnos, docentes y escuelas” (Earl et
al., 2003). Así lo establecen los nuevos planteamientos sobre la evaluación, al
enfatizar la necesidad de transformar, entre otros cambios, las concepciones de
los profesores sobre las capacidades de sus estudiantes (OECD 2005).
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