La cultura escolar y la evaluación.
”La cultura no se inventa a partir de un acto
fundacional de creación, no surge de la nada, ni es el fruto de un suceso
creador único y genuino. (Gimeno 2006)
Podemos
concebir, con mejor o peor acierto, que es una cultura como un todo, pero no
podemos sustituirla por entero por otra como producto objetivado o como proceso
que se encuentra en un momento dado de su desarrollo
Las representaciones con base en concepciones y
prácticas docentes, así como las intervenciones de los alumnos en la
evaluación, se manifiestan en la cultura escolar. Centrarse en la dimensión
cultural y crítica de la escuela supone poner el énfasis en los significados y
sus procesos sociales y políticos en que se construyen. Cultura que se
estructura fundamentalmente como modos de vida y sistemas de pensamiento, las
dos dimensiones que aportan significado a las acciones que tienen lugar. Se
pude definir cultura como el conjunto de significados, expectativas y
comportamientos compartidos por un determinado grupo social, que facilitan y
ordenan, limitan y potencian, los intercambios sociales, las producciones
simbólicas y materiales y las realizaciones individuales y colectivas dentro de
un marco espacial y temporal determinado.
Así, observada la escuela desde esta perspectiva,
se considera que goza de todas las características propias de un grupo social
en cuanto a los procesos de formación del mismo, comunicación, creación de
normas, rituales, valores comunes, formas de pensamiento, conflicto de
intereses, etc. Este modo de organización del colectivo humano que la compone
es identificado como la cultura propia del mismo. Esto es, afirmamos que el
grupo social que se constituye en el centro escolar configura su propia
cultura, genuina e identificable para ese grupo como lo plantea Sarasola, la
cultura se refiere al inconsciente de la organización. La cultura es una
abstracción inconsciente y colectiva, aporta ideas y se conforma de una especie
de arquetipos, redes de ideas. El
inconsciente individual se nutre de la
historia personal, mientras que lo que está en el inconsciente colectivo es producto
de acuerdos no conscientes a los cuales se llega mediante el grupo, pero que
terminan estableciendo una "estructura básica de personalidad
cultural", una camisa que se pone por encima de la propia personalidad y
filtra las proyecciones de ésta. La cultura viene a ser, en este sentido, un
marco regulatorio (clasificatorio, organizador).(Sarasola 2004)
Se puede asumir, por lo tanto, que en el estado de
vigila se registran gran cantidad de datos que son almacenados y clasificados
en la memoria; otros datos, aparentemente menos importantes o quizá
traumáticos, son igualmente registrados, pero de manera inconsciente,
formulándose una amplia base de datos gestionada de modo muy singular. La
estructura cultural encuentra asidero en dicha base de datos gracias al
lenguaje, es levantada a partir de los elementos allí alojados y, a partir de
ella, el individuo queda sujetado, como metido dentro de un gran armazón, un
disfraz, mediante el cual interactúa con los demás.
Es de vital importancia considerar los estados de la cultura para el
buen funcionamiento de la organización, pero
no como modelos puros que tienden
a estigmatizar el estudio de ella. Sarasola
(2004), plantea que: “”el
conocimiento de la cultura de los centros educativos entendida como un patrón
de supuestos básicos que se manifiestan,
desarrollan, mantienen y transforman a través de creencias, valores y normas
compartidas entre sus miembros, es fundamental”. Desde ese punto de vista el
estudio de la cultura no puede dejar de ser considerada en la
investigación educativa, pero sin caer en una sola mirada, en un solo modelo de
estudio.
Lo
importante es poder ver lo que
efectivamente está subyacente en la
organización escolar, el inconsciente
colectivo. Lo inconsciente
colectivo es un concepto básico de la teoría desarrollada por el
psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. La teoría de Jung establece que existe un
lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo,
constituido por símbolos primitivos con
los que se expresa un contenido de la psiquis
que está más allá de la razón.
“La vida se me ha aparecido siempre como una
planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en
el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura sólo un verano. Luego se
marchita. Es un fenómeno efímero. Si se medita el infinito devenir y perecer de
la vida y de las culturas se recibe la impresión de la nada absoluta; pero yo
no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno
cambio. Lo que se ve es la flor, y ésta perece.
El rizoma permanece.” (C. G. Jung 1999).
Recuerdos sueños, pensamientos.
Lo que se
espera es que el rizoma se evidencie de manera consciente, en la trama de la
organización escolar. Que los integrantes del colectivo organizacional en el
marco de una organización que aprende, logren la conciencia organizacional y
que se ejerza la autonomía y la responsabilidad propia de estas organizaciones.
Que permanezcan atentos a las señales del contexto, desarrollando una cultura evaluativa que propicie el aprendizaje de todos los
integrantes. Que las señales de identidad propias de la escuela sean
consignadas por el propio capital cultural, en que el trabajo colaborativo sea
el factor determinante en la toma de conciencia de la organización.
Todas las acciones realizadas por los docentes por
producir cambios en la educación, son de
alguna manera inhibidos por los aspectos metaorganizacionales .Esto según
Sarasola, aquellas situaciones que están
más allá de la organización. Uno de esos
aspectos sería, en palabras del mismo autor, el ego docente. (Herrán Gascón et al.,
2002)
En esa obra plantean que el ego docente nos ofrece la
posibilidad de considerar la imagen real (así somos) y virtual (es bueno
mirarnos desde fuera) que tenemos los profesores de nosotros mismos. No nos
referimos a la imagen como apariencia externa sino a la realidad personal que
muestra un continuo y consciente proceso de interiorización hacia el
mejoramiento de la vida humana, hacia
una plenitud inagotable, que sólo se alcanza cuando, traspasando el cúmulo de condicionamientos del ego, se es
progresivamente consciente de/desde alguien.
Este es al acto educativo por antonomasia: ser plenamente consciente de nuestro
alguien para
dirigirnos/comunicarnos con otro alguien.
El esfuerzo del
docente para reconocer sus egos permite
la Identificación
de su grandeza de educador. Supone la dureza
de descubrirse ante sus
alumnos. Esta humanizante actitud tiene grandes repercusiones en la vida
y en el aprendizaje de cada uno. Encontrar los métodos por los cuales los “egos” limitan nuestro desarrollo y
actuar con la correspondiente humildad o modestia intelectual es una de
las claves fundamentales del éxito en la educación y de la comunicación
didáctica.
Si el punto ciego de la enseñanza es el ego docente, la toma de conciencia
del mismo puede constituirse para el profesor en fuente de inagotable
riqueza para su transformación personal y profesional, así como en
medio fundamental de motivación, enseñanza y comunicación en la relación
pedagógica.
La mejora de una
institución educativa exige necesariamente modificar su cultura. Cualquier
centro educativo que aspire a transformarse positivamente debe ser consciente
de que las mudanzas han de afectar a la cultura. Estamos de acuerdo con Bolívar
(1993,) cuando señala que, aun cuando los cambios educativos se prescriban o
legislen, se quedarán en retórica o en mero maquillaje si no se acompañan de
modificaciones culturales. Cabe incluso añadir a estas palabras que si no hay verdadera
asunción cultural de los cambios ordenados se producirá una resistencia
institucional que puede traducirse en conflicto.
En una institución
escolar emerge la comunidad cuando sus miembros, conscientes de la pertenencia
a una misma cultura, fortalecen los lazos interpersonales y se comprometen en
la construcción de un proyecto formativo.
Los vínculos
socioculturales impulsan la visión conjunta de la realidad y la coincidencia de
sus miembros en acciones relativas a aspectos esenciales del discurrir
institucional. El ambiente sociocultural del centro educativo activa los
pensamientos, sentimientos y conductas compartidos hasta producirse una afinidad propia de una genuina
comunidad.
“Es menester introducir una nueva línea de
trabajo orientada a tener un profesorado más consciente de sus fijaciones, es
decir, el autoconocimiento como poder transformador” (Sarasola 2004)
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