lunes, 21 de octubre de 2013

Evaluación del aprendizaje: La cultura escolar y la evaluación.

La cultura escolar   y la evaluación.


”La cultura no se inventa a partir de un acto fundacional de creación, no surge de la nada, ni es el fruto de un suceso creador único y genuino. (Gimeno 2006)

 Podemos concebir, con mejor o peor acierto, que es una cultura como un todo, pero no podemos sustituirla por entero por otra como producto objetivado o como proceso que se encuentra en un momento dado de su desarrollo

Las representaciones con base en concepciones y prácticas docentes, así como las intervenciones de los alumnos en la evaluación, se manifiestan en la cultura escolar. Centrarse en la dimensión cultural y crítica de la escuela supone poner el énfasis en los significados y sus procesos sociales y políticos en que se construyen. Cultura que se estructura fundamentalmente como modos de vida y sistemas de pensamiento, las dos dimensiones que aportan significado a las acciones que tienen lugar. Se pude definir cultura como el conjunto de significados, expectativas y comportamientos compartidos por un determinado grupo social, que facilitan y ordenan, limitan y potencian, los intercambios sociales, las producciones simbólicas y materiales y las realizaciones individuales y colectivas dentro de un marco espacial y temporal determinado.

Así, observada la escuela desde esta perspectiva, se considera que goza de todas las características propias de un grupo social en cuanto a los procesos de formación del mismo, comunicación, creación de normas, rituales, valores comunes, formas de pensamiento, conflicto de intereses, etc. Este modo de organización del colectivo humano que la compone es identificado como la cultura propia del mismo. Esto es, afirmamos que el grupo social que se constituye en el centro escolar configura su propia cultura, genuina e identificable para ese grupo como lo plantea Sarasola, la cultura se refiere al inconsciente de la organización. La cultura es una abstracción inconsciente y colectiva, aporta ideas y se conforma de una especie de arquetipos, redes de ideas.  El inconsciente individual   se nutre de la historia personal, mientras que lo que está en el inconsciente colectivo es producto de acuerdos no conscientes a los cuales se llega mediante el grupo, pero que terminan estableciendo una "estructura básica de personalidad cultural", una camisa que se pone por encima de la propia personalidad y filtra las proyecciones de ésta. La cultura viene a ser, en este sentido, un marco regulatorio (clasificatorio, organizador).(Sarasola 2004)

Se puede  asumir, por lo tanto, que en el estado de vigila se registran gran cantidad de datos que son almacenados y clasificados en la memoria; otros datos, aparentemente menos importantes o quizá traumáticos, son igualmente registrados, pero de manera inconsciente, formulándose una amplia base de datos gestionada de modo muy singular. La estructura cultural encuentra asidero en dicha base de datos gracias al lenguaje, es levantada a partir de los elementos allí alojados y, a partir de ella, el individuo queda sujetado, como metido dentro de un gran armazón, un disfraz, mediante el cual interactúa con los demás.

Es de vital importancia  considerar los estados de la cultura para el buen funcionamiento de la organización, pero  no como modelos puros  que tienden a estigmatizar el estudio de ella. Sarasola  (2004),  plantea que: “”el conocimiento de la cultura de los centros educativos entendida como un patrón de supuestos  básicos que se manifiestan, desarrollan, mantienen y transforman a través de creencias, valores y normas compartidas entre sus miembros, es fundamental”. Desde ese punto de vista el estudio  de la cultura  no puede dejar de ser considerada en la investigación educativa, pero sin caer en una sola mirada, en un solo modelo de estudio.

 Lo importante  es poder ver lo que efectivamente está subyacente  en la organización escolar,  el inconsciente colectivo. Lo inconsciente colectivo es un concepto básico de la teoría desarrollada por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. La teoría de Jung establece que existe un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos  primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis  que está más allá de la razón.
 “La vida se me ha aparecido siempre como una planta que vive de su rizoma. Su vida propia no es perceptible, se esconde en el rizoma. Lo que es visible sobre la tierra dura sólo un verano. Luego se marchita. Es un fenómeno efímero. Si se medita el infinito devenir y perecer de la vida y de las culturas se recibe la impresión de la nada absoluta; pero yo no he perdido nunca el sentimiento de algo que vive y permanece bajo el eterno cambio. Lo que se ve es la flor, y ésta perece. El rizoma permanece.” (C. G. Jung 1999).  Recuerdos sueños, pensamientos.

Lo que  se espera es que el rizoma se evidencie de manera consciente, en la trama de la organización escolar. Que los integrantes del colectivo organizacional en el marco de una organización que aprende, logren la conciencia organizacional y que se ejerza la autonomía y la responsabilidad propia de estas organizaciones. Que permanezcan atentos a las señales del contexto, desarrollando una cultura evaluativa   que propicie el aprendizaje de todos los integrantes. Que las señales de identidad propias de la escuela sean consignadas por el propio capital cultural, en que el trabajo colaborativo sea el factor determinante en la toma de conciencia de la organización.

Todas las acciones realizadas por los docentes por producir cambios  en la educación, son de alguna manera inhibidos por los aspectos metaorganizacionales .Esto según Sarasola,  aquellas situaciones que están más allá de la organización. Uno  de esos aspectos sería, en palabras del mismo autor, el ego docente. (Herrán Gascón et al., 2002)

 En esa obra  plantean que el ego docente nos ofrece la posibilidad de considerar la imagen real (así somos) y virtual (es bueno mirarnos desde fuera) que tenemos los profesores de nosotros mismos. No nos referimos a la imagen como apariencia externa sino a la realidad personal que muestra un continuo y consciente proceso de interiorización hacia el mejoramiento de la vida  humana, hacia una plenitud inagotable, que sólo se alcanza cuando, traspasando el cúmulo de condicionamientos del ego, se es progresivamente consciente de/desde alguien. Este es al acto educativo por antonomasia: ser plenamente consciente de nuestro alguien para dirigirnos/comunicarnos con otro alguien.

El esfuerzo del docente para reconocer sus egos permite la Identificación de su grandeza de educador. Supone la dureza de descubrirse ante sus alumnos. Esta humanizante actitud tiene grandes repercusiones en la vida y en el aprendizaje de cada uno. Encontrar los métodos por los cuales los “egos” limitan nuestro desarrollo y actuar con la correspondiente humildad o modestia intelectual es una de las claves fundamentales del éxito en la educación y de la comunicación didáctica.

Si el punto ciego de la enseñanza es el ego docente, la toma de conciencia del mismo puede constituirse para el profesor en fuente de inagotable riqueza para su transformación personal y profesional, así como en medio fundamental de motivación, enseñanza y comunicación en la relación pedagógica.

La mejora de una institución educativa exige necesariamente modificar su cultura. Cualquier centro educativo que aspire a transformarse positivamente debe ser consciente de que las mudanzas han de afectar a la cultura. Estamos de acuerdo con Bolívar (1993,) cuando señala que, aun cuando los cambios educativos se prescriban o legislen, se quedarán en retórica o en mero maquillaje si no se acompañan de modificaciones culturales. Cabe incluso añadir a estas palabras que si no hay verdadera asunción cultural de los cambios ordenados se producirá una resistencia institucional que puede traducirse en conflicto.

En una institución escolar emerge la comunidad cuando sus miembros, conscientes de la pertenencia a una misma cultura, fortalecen los lazos interpersonales y se comprometen en la construcción de un proyecto formativo.

Los vínculos socioculturales impulsan la visión conjunta de la realidad y la coincidencia de sus miembros en acciones relativas a aspectos esenciales del discurrir institucional. El ambiente sociocultural del centro educativo activa los pensamientos, sentimientos y conductas compartidos hasta producirse una afinidad propia de una genuina comunidad.

 “Es menester introducir una nueva línea de trabajo orientada a tener un profesorado más consciente de sus fijaciones, es decir, el autoconocimiento como poder transformador” (Sarasola 2004)

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